Todos tenemos un arqueólogo dentro. A todos nos gusta imaginarnos a prehistóricos enfrentándose a mamuts, a romanos con sus cuadrigas o a caballeros medievales en plena justa montados a caballo y enfundados en su armadura. La arqueología nos muestra aquellos restos o evidencias de pasados, a veces no tan remotos, que, en definitiva, nos gusta imaginar.