Todos tenemos un arqueólogo dentro. A todos nos gusta imaginarnos a prehistóricos enfrentándose a mamuts, a romanos con sus cuadrigas o a caballeros medievales en plena justa montados a caballo y enfundados en su armadura. La arqueología nos muestra aquellos restos o evidencias de pasados, a veces no tan remotos, que, en definitiva, nos gusta imaginar.
 
Foto: Imagen de las excavaciones de L’Almoina. Foto: Tono Giménez

Cuando València quedo en silencio

Jose Luis Bouzas Prieto

 Y nos asomamos a las ventanas que los arqueólogos nos muestran y que los políticos nos permiten ver. Centrándonos en restos romanos, origen de nuestra ciudad, y más allá de los vestigios muebles, València ha sido prolífica en restos arquitectónicos, los cuales algunos han sido puestos en valor (L´Almonia, la cripta de San Vicente Mártir o el pequeño trozo de la espina del circo sito en San Juan del Hospital). Lamentablemente otros han sido otra vez enterrados (como los de la Calle del Salvador) o no conservados (como las termas romanas de la Calle Tapinería). Pero, romanamente hablando, no quiero centrar estas palabras en los vestigios que tenemos en vitrinas (o en cajas de almacenes municipales) o en restos visitables y (o) documentados, sino en el paréntesis que sufrió Valentia.

Tito Livio nos da la fecha de fundación en la célebre cita “Iunius Brutus cos. in Hispania iis qui sub Viriato militaverant agros et oppidum dedit, quod vocatum est Valentia.”, la cual nos traslada a un momento muy concreto, el 138 a.C.

Decimo Junio Bruto Galaico, cónsul romano, recompensó a sus tropas con una pequeña aldea que pronto tendría rango de colonia: Valentia edetanorum. En la primera época de la pequeña ciudad, esta creció exponencialmente gracias a su posición estratégica (no olvidemos que estaba situada en la antigua Vía Heraclea, que luego sería Vía Augusta) y con la ventaja de ser una ciudad de corte romano de nueva creación. No obstante el idílico ascenso de la ciudad de Valentia, pronto quedaría truncado.

Quinto Sertorio había sido nombrado gobernador de la Hispania Citerior en el 83 a.C. En ese mismo año, regresó Sila a Roma, el cual ganó su guerra civil con Cina y comenzando una dictadura indefinida. Una de las consecuencias de la llegada de Sila, fue el nombramiento de Gayo Anio Lusco como gobernador de la Hispania Citerior, nombramiento que no aceptaría Sertorio ya que se consideraba legítimo gobernador.

Lejos de querer profundizar en los “porqué” de esta historia, Sila envía al general Cneo Pompeyo Magno en el 81 a.C. a combatir contra las tropas Sertorianas. Esta Guerra Civil entre Sertorio y Pompeyo, más conocida como Guerra Sertoriana o Guerra de Sertorio, se desarrollaría entre el 82 y el 72 a.C., siendo en el 75 a.C. el hito de la destrucción de Valentia (afín a Sertorio) por el General Pompeyo poniendo fin a la primera época de la ciudad.

Además de las fuentes escritas que describen los hechos, entre ellas la del historiador Salustio, hay pocos vestigios que reflejen el momento de la destrucción de Valentia. Quizá el más documentado sea el nivel de destrucción hallado en L´Almoina en las excavaciones de 1987. Datados en esta época, encontramos en el foro de la antigua ciudad republicana, frente a las tabernae de las termas de L´Almoina, los restos de 11 individuos y de sus armas, los cuales fueron ejecutados y troceados con extrema crueldad.  Asímismo, en estos niveles, hallamos edificios republicanos derruidos y colmatados de escombros.

Otra pista sobre el momento que describimos, es el hallazgo de un tesoro de 195 denarios de plata en la Calle del Salvador en 1997. Su pieza más moderna es del 77 a.C. por lo que demostraría que fue ocultado y/o perdido por su dueño. Además, las cecas de las monedas son romanas o de cecas de ciudades del bando pompeyano, por lo que pudo pertenecer a un agresor de la ciudad (pompeyano) o por el contrario ser un botín de guerra de un soldado sertoriano y que hubiese participado en la derrota del ejército pompeyano en Lauro/Edeta (actual Llíria).

De este periodo de tiempo en la que la ciudad se supone que está inhabitada, tenemos un puñado de vestigios arqueológicos concluyentes. Se trata de una época de silencio documental en la que es difícil imaginar un total despoblamiento de la ciudad. Difícil porque la situación de Valentia era estratégica en plena Vía Heraclea en el tránsito entre Saguntum (Sagunto) y Saetabi (Xativa) y secundariamente hacia Lauro/Edeta (Lliria). Además, está documentada la supervivencia en la entrada de la ciudad, en el foro, de un edificio (probablemente un templo) dedicado a Asclepio (Dios de la medicina) y que tenía también funciones de sanatorio.

A finales de la época de Augusto, hacia el 20 a. C., Valentia resurge con nuevos pobladores con la llegada de colonizadores itálicos (los llamados valentini veterani”) y con los llamados “vetere”, antiguos pobladores de la zona. No obstante, ni arqueológicamente hablando ni en las fuentes escritas, Valentia no alcanzará notoriedad hasta bien entrado el S. I d.C.

Pero esto (en palabras de Rudyard Kipling)… esto es otra historia.