Editorial. Trencadís #02

De unos años a esta parte, tengo la sensación de estar asistiendo a un momento clave en la historia de nuestra ciudad. Es como si, definitivamente, la gente estuviera tomando conciencia de que las cosas están cambiando. Como si, de una vez por todas, saliéramos de un eterno letargo y empezáramos a opinar, a decidir, y a hacer la ciudad que queremos para nosotros y para las siguientes generaciones de valencianos.

Nos encontramos en medio de proyectos tan interesantes como la peatonalización del centro neurálgico de la ciudad: plaza del Ayuntamiento, plaza de la Reina, plaza del Mercado y el entorno de la Lonja y la iglesia de los Santos Juanes… Sin duda, un cambio absoluto en un escenario único, singular, que cambiará por completo la relación de los ciudadanos con su entorno. Ya nada será igual.

Proyectos tan interesantes como la nueva movilidad: convencer al coche de que no debe tener tanto protagonismo en nuestra vida, y abrazar otras formas de desplazarnos, más acordes con los tiempos que corren y más respetuosas con las nuevas necesidades y sensibilidades (sostenibilidad, salud, respeto por el medio ambiente).

Asistimos a un mayor protagonismo por parte de los agentes sociales: asociaciones vecinales, asociaciones culturales y profesionales, artistas de todo tipo, asociaciones juveniles, etc. han hecho que, en los últimos años, hayan dado un paso al frente y, en lugar de ser meros espectadores, hayan pasado a la acción para pensar, decidir y hacer, cuál es el barrio que quieren y, sobre todo, qué es lo que no quieren. Buen ejemplo de ello lo estamos viviendo en Russafa, el Cabanyal-Canyamelar, Patraix, Benimaclet o Benicalap.

Puestos a soñar, seamos ambiciosos e imaginemos qué ciudad podríamos tener si fuéramos capaces de llevar a cabo el definitivo proyecto del Parque Central con el soterramiento de las vías; ampliar las zonas verdes de la ciudad con el parque del nuevo cauce, y de la desembocadura del Turia; mejorar el transporte público con nuevas líneas de tranvía y metro y la mejora de las frecuencias de paso (difícilmente conseguiremos que entren menos coches en la ciudad si no se da una alternativa real); o recuperar barrios tan maltratados como Natzaret.

Los valencianos y valencianas hemos demostrado que somos capaces de conseguir estas cosas cuando de verdad nos lo hemos propuesto, y así podemos disfrutar del jardín del Turia en lugar de una autopista, o del jardín Botánico en lugar de un hotel de 20 plantas. Recientemente, la Fundación Goerlich y Eina Cultural publicaban “La Plaza”, más de 100 reflexiones y propuestas de asociaciones, profesionales y particulares sobre el futuro de la plaza del Ayuntamiento, la plaza de todos. Parece que la gente está motivada.

Por si todo esto no fuera suficiente, en 2022 València será la Capital Mundial del Diseño. Y todo ello en medio de una pandemia de la que no me apetece hablar, pero que no añade más que dudas e imprevisión. 

Estamos ante un momento tan ilusionante como incierto. Los políticos harán bien en dejarse de pugnas internas, y pensar en el bien común y en el largo plazo: reflexión, debate, inteligencia y valentía, serán necesarios para llevar a cabo el proyecto de ciudad que piden sus ciudadanos. Parafraseando a aquél, “vamos a dejar València que no la va a conocer ni la madre que la parió”. n

Enric Casamayor.

Presidente de la Asociación Cultural Remember Valencia